Se acaba de publicar en L’Harmattan, un libro sobre la cultura terapéutica en Guinea Ecuatorial: Marcos formales, recorridos informales: las lógicas del consumo terapéutico en Guinea Ecuatorial. Nos entrevistamos con su autor, el antropólogo Alvar Jones Sánchez.
En pocas palabras, de que trata este libro?
Este trabajo aborda de forma genérica, las formas en las que los guineanos se enfrentan a la enfermedad, y como utilizan los diferentes recursos terapéuticos a su alcance. Existen en Guinea, y especialmente en las urbes, una variedad inimaginable de recursos terapéuticos, modernos y tradicionales, formales e informales. La pregunta de partida, consistía en determinar cómo, cuándo y porqué, se acude una alternativa antes que a otra. Se trataba de reflexionar sobre las modalidades y los motivos por los que se elige o abandona un recurso por otro, o las formas en las que se combinan. El estudio se sustenta en una investigación etnográfica llevada a cabo en 2011 en la ciudad de Bata.
A quien va dirigido el resultado de tus investigaciones?
Va dirigido a cualquier persona, que por motivos profesionales, o personales, sienta la necesidad y curiosidad de entender mejor como se gestan las respuestas a la enfermedad en el contexto guineano. Más allá de aquellos que trabajan en las ciencias sociales, puede resultar de especial interés para sanitarios nacionales y expatriados que intervengan en el sector salud en África en general, y en Guinea en particular.
Como llegaste a plantearte la necesidad de este trabajo de investigación?
He trabajado durante tiempo como cooperante en Guinea. Parte de mi trabajo ha consistido en identificar proyectos destinados a mejorar la salud de la población. Para formular proyectos con mayor criterio, busqué información que me pudiese ayudar a conocer mejor los comportamientos de la gente frente a la enfermedad, al paludismo, a las instituciones sanitarias o a las denominadas curanderías.
Descubrí que la producción etnográfica era prácticamente inexistente, y que la poca que había, tenía un sesgo excesivamente culturalista: explicaba los comportamientos frente a la enfermedad, aludiendo exclusivamente a prácticas, creencias y supersticiones antiguas, obviando los factores sociales, económicos, políticos o geográficos que desempeñan un papel clave en la elección y utilización de las alternativas terapéuticas.
También me di cuenta que no había estudios estadísticos, sociológicos, ningún censo sanitario; escasísimas evaluaciones. Nada que pudiese dar una idea de los mecanismos de gestión de la enfermedad de la población. De alguna forma, la intervención en salud en Guinea se había venido haciendo a ciegas.
Bien es verdad que algunas ONG disponían de sus informes respecto a las zonas en las que trabajaban. Por otra parte, en 2011, en la misma época en la que empecé mi estudio, se llevó a cabo la primera encuesta demográfica en el país. Ha aportado datos estadísticos muy relevantes para orientar la intervención. Pero no da cuenta de los significados y de las prácticas que se esconden tras los números estadísticos. Es precisamente en este terreno que se sitúa la perspectiva antropológica que desarrollo.
¿Es decir que no había datos fiables respecto los comportamientos de la gente en torno a la enfermedad?
No solo eso, sino que a pesar de que no hubiese datos fiables respecto a los comportamientos de la gente en torno a la enfermedad y a la utilización de las infraestructuras sanitarias, los diferentes organismos nacionales e internacionales tienden a menudo a dar por hecho determinados comportamientos de la población. Desde el ministerio de Salud se asegura que entre el 60% y el 80% de la población acude primero a los curanderos tradicionales, antes que a las instituciones públicas. Es un argumento retomado sin reparo en los informes de las instancias internacionales como la ONU o el PNUD. Es una sentencia que desde mi punto de vista, era necesario contrastar. Puedo afirmar, con tranquilidad y seguridad que no es verdad. Es una visión estereotipada y culturalista que no resiste el análisis etnográfico.
¿Cuales son entonces los recursos terapéuticos más utilizados?
Lejos de la idea, aún muy arraigada, que las alternativas tradicionales, y especialmente los bingengan, los terapeutas especializados en la brujería serían los recursos más concurridos en Guinea, el trabajo de campo llevado a cabo en Bata ha demostrado que los recursos más utilizados son aquellos que pertenecen al espectro biomédico [asociados a la medicina moderna], aunque muchos de los mismos presenten un escaso grado de formalización y carezcan de asiento legal.
Más allá de los servicios públicos o privados oficiales, abunda la oferta de servicios informales. Se pueden adquirir medicamentos de la mano de vendedores ambulantes o en los puestos de los mercados. Numerosos establecimientos que revisten la estética de la farmacia, no disponen de las debidas autorizaciones. Existe una multitud de gabinetes de consulta de difícil estimación numérica. Médicos, enfermeros, parteras, auxiliares, en activo o jubilados atienden en su domicilio a vecinos y familiares, como actividad económica principal o segundaria. Los mecanismos de regulación, de vigilancia y represión de la oferta son muy deficitarios, y responden con frecuencia no tanto a imperativos sanitarios, sino más bien a lógicas clientelistas.
En la mayor parte de los hogares, el primer y más extendido mecanismo de respuesta frente a la enfermedad, suele ser el uso de medicamentos sin prescripción sanitaria. Confirma precisamente la prevalencia de la biomedicina entre los principales dispositivos de gestión de la enfermedad.
¿Y la medicina tradicional?
Primero cabría preguntarse qué es medicina tradicional. La medicina tradicional es un término que acuñó la OMS para designar todas las prácticas que no están asociadas a la biomedicina, independientemente de su heterogeneidad. La medicina china y el antiguo sistema médico fang, tienen poco en común aunque ambos sean caracterizados por el término tradicional.
Cabe recalcar que muchos de los saberes y prácticas señalados como tradicionales en Guinea no son antiguos. La mayor parte de los terapeutas especializados en las afecciones ligadas a la brujería, pertenecen a los movimientos de Mbiri o de Ndendé. Estos movimientos se consolidaron a mediados del siglo XX durante la ocupación colonial. Asimismo, he podido observar como algunos tratamientos llamados tradicionales por la población utilizan medicamentos modernos… Lleva a cuestionarse sobre lo que llamamos tradicional.
En Guinea, lo que la gente denomina como medicina tradicional, responde por una parte a determinados saberes y prácticas domésticas que suelen involucrar el uso de elementos vegetales animales o minerales. Se trata de saberes generalmente al alcance de todos, a menudo utilizados frente a padecimientos considerados como benignos. Abundan en las familias, las recetas contra las diarreas, los dolores de vientre, los gusanos, el estreñimiento, el paludismo etc.
Por otra parte, hay saberes y prácticas especializadas que no están al alcance de cualquiera. En esta esfera, se cuentan aquellos que disponen de un amplio conocimiento de las plantas, y aquellos otros que están más bien especializados en las afecciones que se asocia con el mundo invisible.
Cabe señalar, que a diferencia de lo que se suele pensar, la interpretación de la enfermedad en términos de brujería, no suele intervenir al inicio del proceso patológico, sino más bien en última instancia, tras la percepción de fracaso en las estructuras sanitarias oficiales.
¿Tu trabajo también aborda la dimensión política de la gestión de la salud, y especialmente el papel de la cooperación sanitaria española en Guinea?
Si. Para entender cómo se organiza la demanda y la oferta terapéutica oficial en Guinea, es preciso reflexionar sobre la historia y los intereses que atraviesan desde cerca de 30 años el campo de la salud del país. Este recorrido permite entender mejor el funcionamiento, y sobre todo los disfuncionamientos de la oferta pública: infraestructuras deficientes, falta de material, problemas de abastecimiento de medicamentos, absentismo y prácticas de corruptela… Todo ello, a pesar del apoyo permanente de la cooperación española desde más de tres décadas, de la implicación de actores internacionales, y de las rentas del petróleo de las que goza el país desde cerca de 15 años.
Respecto a la ayuda internacional, la cooperación española es la más importante en el ámbito sanitario, tanto por su longevidad (más de 35 años) como por el volumen de fondos destinado al sector durante este periodo. No obstante, ha desarrollado una ayuda de carácter esencialmente asistencial, y a menudo con mayor voluntad de ser visible que de ser efectiva. Ha carecido, hasta fechas muy recientes, de la voluntad de dejar de ser necesaria y ha tenido escasos miramientos por los resultados alcanzados. La falta de evaluaciones durante décadas de la intervención española así lo demuestra. Asimismo, las que se han realizado en estos últimos años resaltan esta dinámica asistencialista. Hasta fechas recientes, la cooperación española se ha desentendido de la promoción y autonomización de la política sanitaria nacional, prefiriendo apoyar sobre todo estructuras privadas gestionadas por religiosas españolas.
A nivel nacional, el gobierno guineano ha pasado de la delegación más absoluta del sector sanitario a la cooperación sanitaria, a irrumpir de lleno en el campo, en base a los ingresos del petróleo. Pero no tanto como gestor, sino como un mecenas puntual, o como un competidor más, edificando grandes estructuras privadas, de muy alto estanding, a las que la mayor parte de la población no tiene acceso. Se trata de infraestructuras que pretenden, de cara al interior, escenificar el poder, y que persiguen de cara al exterior, edificar una vitrina de una Guinea tranquila, vanguardista, en la que fluyen la abundancia y los recursos.
En otros términos, la intervención en salud, ya sea la de los poderes públicos, ya sea la que se gesta desde la cooperación, ha estado esencialmente orientada a acumular un capital simbólico canjeable en el terreno político, económico o geoestratégico. El activismo sanitario ha sido en definitiva orientado hacia otros intereses que aquellos estrictamente vinculados a la mejora de la salud global de la población guineana. La comprensión de este contexto es imprescindible para entender cómo se construyen los itinerarios terapéuticos de los guineanos.
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